La gente ahí afuera acostumbra a explicarte solo sus éxitos.
Sus triunfos y sus victorias.
Yo, que soy un poco outsider de la vida, hoy te contaré algo distinto.
Pero antes, si no llevas una semana encerrado en una cueva, te habrás enterado.
Si tienes un negocio, te habrás enterado.
Si estás 100% invertido, te habrás enterado.
Ya sabes, lo de Irán, Damasco, Israel, los drones y su puta madre.
Pánico en los mercados, ventas masivas y el market cap de tus activos favoritos a tomar por saco.
Bien.
No voy a hablarte de inversiones. Hoy, por lo menos, no. Si te interesa, lo hacemos otro día.
Hoy vengo con algunas reflexiones sobre lo que he aprendido invirtiendo.
Porque la inversión, al igual que los negocios, es una tremenda escuela de vida.
Primero: no puedes controlarlo todo.
De hecho, no puedes controlar casi nada de lo que pasa ahí afuera.
Ni los mercados, ni las decisiones que toman otras personas, ni la situación en oriente medio.
Y sé que te gustaría porque sentirías que tienes más control sobre tu vida.
Sin embargo, no es posible. Ni para ti, ni para nadie.
Entonces, llámalo estoicismo o llámalo como quieras, pero te sentirás más tranquilo centrándote únicamente en lo que puedes controlar.
Te diré más. Si te centras solo en lo que está en tus manos, sentirás más paz.
Segundo: domina tus emociones.
Dejarse llevar por el pánico extremo es vía directa a la pobreza.
Lo mismo pasa con la euforia desmedida.
Y es que tomar decisiones sostenidas únicamente en la emoción exagerada suele traer consecuencias destructivas para uno mismo.
No para la ministra, tu vecino del cuarto o tu gymbro.
Para ti mismo.
Y no me malinterpretes. Los seres humanos tomamos decisiones emocionalmente y las justificamos racionalmente.
Sin embargo, hay un trecho entre actuar como un humano consciente emocional y tu cuñado que justifica todo con su “es que yo soy asín”.
Tercero: ten personalidad.
¿Que la masa aborregada hace A? Ok, señal inequívoca de que debes hacer B.
Y ya, ya sé que es jodido, no estamos preparados para eso.
Quiero decir, el ser humano es gregario por naturaleza. Estamos programados para encajar, para cuadrar, para asimilarnos al grupo.
De lo contrario, hace millones de años que nos habríamos extinguido.
Sin embargo, ahora que no nos persiguen leones, ahora que vivimos en la más absoluta abundancia material, podemos permitirnos disidir.
Es más, como seres conscientes nos lo debemos permitir.
Porque casi siempre, las decisiones que toma la mayoría no son las más acertadas, las más inteligentes o las más beneficiosas para uno mismo.
Se toman por asimilación, únicamente porque la mayoría las ha tomado.
Y no hay más que entrar al Mercadona un sábado por la mañana para ver como está el rebaño seguidor de masivas directrices sin cuestionamiento alguno.
Bueno, todo lo que sube, baja. Y al revés.
Los mercados no son una excepción.
Por eso, si inviertes, estas reflexiones pueden ayudarte a avanzar y a tomar mejores decisiones.
Ojo, no tienes por qué invertir en los mismos activos que yo.
Me basta con que inviertas en el activo más importante de tu vida.
En ti mismo.
Lo que necesitas es un cambio de chip.
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