La fuerza invisible que transforma vidas.

En este email te hablaré de algo que no puedes ver.

De algo que no “se tiene” o “no se tiene”. 

De algo que se cultiva y se nutre desde dentro.

Es algo muy poderoso, ya verás.

Pero antes, déjame contarte una historia que quizás conozcas.

Mira.

Muchos empresarios, emprendedores y dueños de negocio se sienten atrapados, como si sus negocios estuvieran permanentemente en arenas movedizas. 

Trabajan como cabrones, pero la falta de resultados les hace dudar de sí mismos. 

Es un ciclo vicioso: la duda aparece y las acciones pierden fuerza y dirección.

A mí me ha pasado trillones de veces.

Es posible que a ti también.

¿Por qué sucede eso?

Casi con total seguridad te falta fe.

La fe es el cimiento sobre el cual se construye cualquier negocio exitoso.

Y ojo, no me refiero a una fe religiosa ni dogmática.

Tampoco a una creencia.

Me refiero a la convicción absoluta en tus capacidades y en el éxito inevitable en tus proyectos. 

Pero, ¿cómo se cultiva esta fe inquebrantable?

Imagínate a un empresario que, después de varios fracasos, comienza a perder la confianza en sus habilidades. 

—”Cada error es una prueba más de mi incompetencia”, piensa. 

Pero…

¿Y si ese mismo empresario se detuviera a cuestionar sus propias creencias? 

¿Qué descubriría?

Las respuestas más profundas se encuentran al mirar cara a cara a las preguntas difíciles. 

¿Por qué creemos que no somos capaces? 

¿Qué experiencias pasadas están influyendo en nuestras percepciones actuales? 

Y, naturalmente, ¿cómo podemos cambiar esta narrativa interna? 

De esto último hablo en el último email, échale un ojo.

La fe no es sentarte a esperar que todo salga bien y ya.

Eso sería muy de comunistas.

No nos gusta eso.

La fe es una decisión consciente de creer en tu visión y en tu capacidad para realizarla, 

incluso cuando las circunstancias no son favorables. 

Sobre todo en ese momento.

La fe es un compromiso inquebrantable con contigo mismo.

Es una voz interna que dice: 

—»Lo lograré, pase lo que pase».

Ojo, esto no significa ignorar la realidad o los desafíos. 

Al contrario, es precisamente en los momentos jodidos cuando la fe muestra su verdadero poder. 

Es esa chispa interna que nos impulsa a seguir adelante, a persistir cuando la mayoría se rinde.

Piensa en varios empresarios ricos y exitosos a los que admires.

Ricos en tiempo, en dinero, en salud o en relaciones.

¿Qué tienen en común? 

No es solo su habilidad técnica o su inteligencia:

Es su fe en sí mismos y en su propósito. 

Esa fe les permite superar obstáculos, aprender de los fracasos y mantenerse enfocados en sus objetivos.

Ahora, dale una vuelta a tu propio camino y cuéntame.

¿Qué papel ha jugado la fe en tu éxito hasta ahora? 

Y, mucho más jodido… ¿Qué papel juega la duda? 

Mira, la fe, cuando es genuina, no necesita ser proclamada. 

Se refleja en tus acciones, en tu determinación y en tu capacidad para inspirar a otros.

Entonces, te pregunto…

¿Qué cambiaría en tu vida si tuvieras una fe inquebrantable en tu éxito? 

¿Cómo te enfrentarías a los desafíos diarios? 

¿Qué decisiones tomarías con más seguridad?

La fe es como tus bíceps o tus glúteos, lo que más entrenes:

Cuanto más caña le das, más fuerte se vuelve. 

Y al igual que cualquier músculo, puede estar debilitada por el desuso o la mala alimentación mental. 

Por eso, es crucial nutrir nuestra mente con pensamientos positivos, rodearnos de personas que refuercen nuestra creencia en nosotros mismos y practicar la gratitud por todo lo que tenemos en la vida.

Ya sabes, agradecido por lo que tienes, pero profundamente disconforme con la idea de no avanzar.

Y no, no se trata de vivir en una burbuja de positivismo hippie. 

Se trata de reconocer los desafíos, aprender de ellos y seguir adelante con una determinación renovada. 

La fe es la base que nos sostiene en las tormentas y nos impulsa a seguir construyendo, incluso cuando el camino es más oscuro.

Sobre todo en esos momentos.

Entonces, ¿sabes qué puedes hacer hoy para fortalecer tu fe? 

Quizás es un simple ejercicio de gratitud:

Reconoce lo lejos que has llegado y los obstáculos que has superado. 

O tal vez es una conversación sincera contigo mismo:

Desafía esas dudas que se han convertido en un lastre innecesario.

La fe no es algo que se tiene o no se tiene. 

Es algo que se cultiva, se provee y se protege, como todo lo importante en esta vida. 

Y es el ingrediente que puede transformar un negocio titubeante en una historia de éxito.

Así que, en lugar de preguntarte si puedes hacerlo, empieza a actuar como si ya lo estuvieras haciendo. 

Porque la fe, más que una creencia, es una forma de vida.

Vívela.

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