El problema no es el dinero.

No, en serio.

De hecho, es posible que ahora mismo ya tengas más del que necesitas.

Entonces, el problema tampoco es la falta de oportunidades o la crisis de turno.

Porque, si te das cuenta, si la mayoría resolviera todas sus preocupaciones financieras, seguiría faltándole algo.

El dinero solo es el primer paso. Está bien, es un paso importante, pero ahí no acaba el camino.

Al contrario. Ahí es donde empieza.

Una cosa es tener libertad económica, y otra muy distinta es saber qué hacer con esa libertad.

Por eso hay personas que, incluso alcanzando la libertad financiera, siguen sin encontrar la verdadera abundancia.

Ok, ¿cuál es la verdadera abundancia?

Es la combinación de tres cosas: abundancia física, mental y espiritual.

Imagina tener éxito financiero, pero tu cuerpo no te deja disfrutarlo por falta de salud. ¿De qué sirve entonces?

O piensa en tener una salud perfecta, pero no encontrar propósito ni recursos para sentirte pleno. ¿Es esa la calidad de vida que realmente deseas?

Y, claro, podrías tener un propósito definido, pero si tu mente está llena de ansiedad y ruido constante… apaga y vámonos.

La verdadera abundancia consiste en mantener esos tres pilares en equilibrio.

Y la clave para conseguir este equilibrio, aunque parezca sencilla, se complica cuando entran en juego las creencias limitantes.

A la mayoría nos han inducido cierto patrón extendido de pensamiento:

«El dinero es malo.»

«Ser rico es ser egoísta.»

«Eso no es para gente como nosotros, que somos clase trabajadora.”

Creces con esas ideas inoculadas en el cerebro hasta que se convierten en parte de ti.

¿Qué pasa entonces?

Tu mente crea barreras invisibles. Barreras que ni siquiera reconoces, pero que frenan tu crecimiento, tu capacidad de crear, de imaginar, de ser más.

Y cuando hablo de crear, no me refiero solo a lanzar productos o mejorar tus estrategias de captación. Me refiero a crear tu realidad, en todos los planos.

Porque todo se crea dos veces.

Primero en el plano mental, después en el plano físico.

Cada proyecto, cada cambio, cada mejora que quieras alcanzar empieza siempre con una semilla en tu pensamiento.

Y si esa semilla es pobre, si piensa en escasez porque está condicionada por creencias limitantes, ¿cómo puedes esperar que dé un fruto abundante?

Por eso necesitamos revisar nuestras creencias. Todas. 

Y, sobre todo, aquellas que nos incomodan, las que preferimos no mirar. Esas, las que más.

Porque la vida está llena de oportunidades.

Pero ninguna de esas oportunidades va a imponerte la abundancia. Nadie va a darte la abundancia si primero no decides tomarla.

La vida te la ofrece, pero nunca te obliga.

Es libre albedrío.

Puedes elegir el camino de la escasez, o el de la abundancia. Puedes decidir vivir con miedo, o vivir con propósito.

La mayoría de personas no eligen la abundancia, no porque no quieran, sino porque ni siquiera saben cómo se ve la verdadera abundancia.

No la imaginan.

Y si no puedes imaginarla, nunca podrás alcanzarla.

¿Sabes qué puedes hacer hoy mismo para diferenciarte del 99% de la masa dormida ahí afuera?

Pregúntate: ¿Qué versión de ti mismo estás creando hoy? ¿Qué pensamientos estás dejando entrar que luego construirán tu realidad?

Esto no va de hacer más y más, no se trata de acumular sin sentido.

Va de alinear lo que eres, con lo que haces y con lo que deseas tener.

Porque la abundancia es un acto de equilibrio: es abundancia física, mental y espiritual.

Y no, no es egoísta quererlo todo.

Lo egoísta, en todo caso, sería negarte a vivir plenamente solo porque la mayoría no se atreve a hacerlo.

Esta la verdadera esencia de la libertad.

La capacidad de ver más allá de lo que tienes ahora.

De abrir las puertas a lo que podrías ser.

De liberar el potencial que ya existe dentro de ti.

Lo que necesitas es un cambio de chip.

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