La clave no está en lo que haces, sino en cómo piensas.
Ya, ya sé. Suena radical.
Pero más radical suena no revisar tu mentalidad.
Porque si no hay un cambio interno, cualquier esfuerzo externo será temporal: siempre volverás al mismo punto de partida.
Y porque, a veces, lo que nos frena no es lo que no sabemos:
Si no lo que creemos saber, sin cuestionarlo.
Bien,
Te voy a enseñar los siete hábitos que han traído abundancia a mi negocio y a mi vida.
Ojo, no quiero que los leas en piloto automático como quizás hayas hecho hasta aquí.
Quiero que tomes cada uno de ellos como una pregunta para ti mismo.
Responde a todas.
Y si hacerlo te incomoda, mejor.
Ya te adelanto que el último es el más difícil de todos.
1. Pregúntate cada día: «¿Por qué?»
No te voy a dar respuestas.
No tendría puto sentido
Lo que necesitas es hacerte la pregunta que te lleva al siguiente nivel:
¿Por qué haces lo que haces?
Insisto, ¿por qué lo haces?
La mayoría de las personas nunca se detienen a cuestionarlo.
Simplemente, siguen avanzando por inercia, atrapados en una rutina que, en el mejor de los casos, les ofrece estabilidad.
Pero… ¿A qué precio?
La rutina es el enemigo del crecimiento. Y, sin crecimiento, no hay abundancia.
Cada mañana, antes de ponerte en marcha, pregúntate:
¿Por qué? ¿Por qué estoy haciendo lo que hago? ¿Por qué he elegido este camino?
Y si la respuesta es «porque siempre lo he hecho así»… cuidado.
Estás en peligro.
El problema de no cuestionar el «por qué» es que pierdes de vista tu propósito.
Y cuando eso ocurre, todas tus acciones se vuelven vacías.
Empiezas a trabajar más, pero no avanzas. Es como girar en una rueda de hámster.
El movimiento está ahí, pero no hay progreso.
Y sin progreso, insisto en esto porque es clave, no hay abundancia empresarial.
Porque la abundancia empresarial, intuyo que si estás aquí esto lo tienes más que claro, no es solo dinero.
Es mucho más.
2. Deja de buscar respuestas ahí afuera
Estamos rodeados de información.
Libros, cursos, mentores, podcasts…
Y está cojonudo aprender de otros. Es más, es necesario.
Pero si todo lo que haces es acumular conocimiento externo, te estás perdiendo en lo superficial, porque las respuestas que realmente importan no vienen de fuera.
Vienen de ti.
Siempre, vienen de ti.
Piensa en los grandes empresarios de éxito que conoces.
La mayoría no siguió un plan que alguien más diseñó. Al contrario, crearon el suyo propio.
Porque entendieron algo fundamental: las respuestas más poderosas están en su interior.
Si siempre estás buscando fuera, es porque no te atreves a mirar dentro.
Y eso es muy jodido, hazme caso.
¿Sabes por qué?
Pues porque cuando te atreves a hacerlo, te enfrentas a ti mismo. Y eso da miedo.
Pero ese es el único camino hacia la abundancia empresarial.
Entonces, empieza hoy.
Dedica tiempo a escucharte.
Pregúntate: ¿Qué estoy ignorando de mí mismo que podría cambiarlo todo?
Y confía en que tienes las respuestas. Porque estar, están, esperando a que te atrevas a buscarlas.
3. Encara tu miedo al cambio
El miedo al cambio es uno de los mayores bloqueos que enfrentamos los empresarios.
Y es lógico. Nos gusta lo familiar, lo predecible. Eso nos da una falsa sensación de seguridad.
Pero el cambio es la única constante en el universo.
Si no aprendes a moverte con él, te quedarás atrás.
Pregúntate: ¿Qué es lo que realmente me asusta?
Ojo, no te quedes en la superficie. Hablo del miedo ulterior.
El miedo al fracaso, a la crítica, a perder lo que has construido… son excusas.
El miedo real es más profundo. Es el miedo a lo desconocido. A lo que no puedes controlar.
La paradoja es que, mientras más te resistes al cambio, más te estancas.
Cambiar no es opcional. Es una obligación.
Porque el éxito no es algo que alcanzas y ya. Es algo que mantienes en constante movimiento.
Si te quedas quieto, mueres.
El miedo, entonces, no es tu enemigo. Es tu indicador.
Si sientes miedo, significa que estás cerca de algo grande. Algo que podría cambiarlo todo.
Por eso, cada vez que lo sientas, pregúntate:
¿Qué haría hoy si no tuviera miedo?
4. Haz preguntas incómodas a tu equipo
Lo que sucede con tu equipo es un reflejo de ti.
Si ves que están estancados, que no dan lo mejor de sí mismos, es porque tú no les estás desafiando lo suficiente.
La mediocridad crece en la comodidad. Y tú no puedes permitir que eso pase en tu negocio.
La solución no es trabajar más horas ni pedirles que trabajen más duro.
La solución es hacerles preguntas incómodas. Desafiarlos. Sacarlos de su zona de confort.
Ojo, no se trata de ser un jefe gilipollas.
Se trata de ser un líder que inspira a su equipo a pensar de manera diferente.
¿Quieres que tu equipo evolucione?
Ok, pregúntales: ¿Por qué hacemos esto de esta manera?
O mejor aún, pregúntales: ¿Cómo lo harías tú si no tuvieras miedo a que te despidiera?
Esa pregunta empuja a las personas a crecer, porque les obliga a pensar por sí mismos, a encontrar sus propias soluciones.
Y cuando eso ocurre, la magia sucede.
Porque un equipo que piensa por sí mismo es un equipo que crece.
Y cuando ellos crecen, tu negocio también lo hace.
5. Desconfía de la rutina
La rutina es cómoda, lo sé. Pero también es mortal.
Si siempre haces lo mismo, obtendrás siempre los mismos resultados.
Y aquí es donde muchos empresarios se equivocan. Creen que la clave está en trabajar más horas, en hacer más de lo mismo.
Pero no tiene nada que ver con eso.
Si lo que haces no está funcionando, la solución no es hacerlo más.
Es hacerlo diferente.
Y eso, amigo de la abundancia, empieza con la capacidad de cuestionar tu rutina.
Cada día, pregúntate:
¿Esto me acerca a mis objetivos o simplemente me mantiene ocupado?
Porque la diferencia entre estar ocupado y ser productivo es enorme.
Puedes trabajar 12 horas al día y no avanzar ni un maldito centímetro.
La rutina te da la ilusión de progreso. Te hace sentir que estás haciendo algo.
Pero si no la cuestionas, si no la rompes de vez en cuando, te mantendrá en el mismo lugar.
Y ya sabes que en el mundo de los negocios, como todo en la vida, quedarte en el mismo lugar es igual a retroceder.
6. No te conformes con la primera respuesta
Cuando te enfrentas a un problema, ¿aceptas la primera solución que viene a tu mente?
Te lo digo porque si lo haces, estás perdiendo oportunidades: la primera respuesta casi nunca es la mejor.
Haz este ejercicio: la próxima vez que encuentres una solución, pregúntate: ¿Y si esto no fuera lo correcto?
No te conformes con la primera respuesta. Piensa en al menos tres opciones diferentes.
Cuestiona tus suposiciones. Pregunta más allá de lo evidente.
Es fácil conformarse. Pero los grandes empresarios nunca lo hacen.
Porque saben que la mejor solución está oculta, esperando a que profundices un poco más.
Y cuando lo haces, encuentras la verdadera abundancia.
La abundancia no está en la superficie. Tienes que cavar. Tienes que ir más allá.
Por eso, solo los que están dispuestos a buscar más allá del «sí» inicial logran descubrir el verdadero potencial en sus negocios.
7. Aprende a soltar
Este es quizás el hábito más difícil de todos.
Porque todos tenemos algo que no queremos soltar.
Un proyecto que no queremos abandonar. Una idea que, aunque ya sabemos que no va a funcionar, nos aferramos a ella porque ya hemos invertido tiempo, dinero y esfuerzo.
Lo que sea.
Pero, te voy a decir algo: si quieres avanzar, tienes que aprender a soltar.
Pregúntate: ¿Esto me está acercando a donde quiero estar o simplemente me está reteniendo?
Si la respuesta es que te está reteniendo, déjalo ir. No importa cuánto hayas invertido en ello.
Lo que importa es lo que puedes ganar si liberas ese espacio para algo mejor.
Soltar no es rendirse. Es una señal de madurez.
Es entender que no todo merece tu tiempo ni tu energía. Es tener la claridad suficiente para reconocer cuándo algo ya no te sirve y el coraje para dejarlo atrás.
Estos 7 hábitos no son soluciones mágicas.
No son secretos oscuros del marketing digital para que factures siete cifras en piloto automático.
Son preguntas.
Preguntas que debes hacerte cada día si realmente quieres atraer abundancia a tu negocio.
Porque, al final, la abundancia no es solo un objetivo.
La abundancia es un estado mental.
Y solo cuando cambias tu mentalidad, puedes cambiar tu realidad.
Lo que necesitas es un cambio de chip.
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